Fiesta de los maniquíes

“Rígidos los cuerpos / los maniquíes bailan. / Con el rojo de sus labios / y el brillar de su cabello. / Miradas de cristal / bajo el saxo envueltas. / Perfecciones en los rizos / sus gargantas secas. / Fiesta de los maniquíes, / no los toques, por favor…”

Es curioso, me he sorprendido mí mismo canturreando “Fiesta de los manquíes”, un tema de 1984 compuesto por Teo Cardalda y Germán Coppini en la época en la que ambos genios de la movida viguesa coincidieron en la formación ‘Golpes Bajos’.

Y a la vez que cantaba aquello de “No los tooquess por favoorrr” estaba echándole un ojo a las últimas tendencias en diseño en una de mis webs de cabecera –no voy a decirte cuál, por aquello de no contarte todos mis secretos-. Y se me ha ocurrido hasta qué punto son pareja inseparable ropa y maniquíes.

Comprobando una idea

Por tal motivo y porque me gusta comprobar las cosas de primera mano antes de escribir, me he levantado y he salido a dar un paseo por la ciudad. A ver escaparates y maniquíes en Madrid, pero por una vez, y sin que sirva de precedente, sin intención de comprarme nada. Sólo quería comprobar mi hipótesis.

Y vaya si la he comprobado: nueve de cada diez de las tiendas que he visto exponen parte de sus prendas sobre maniquíes. Pero es que, además de repuestas, el paseo me ha generado más preguntas (como no podía ser de otra forma): al pasar ante el escaparate de una de las tiendas, ésta aún por abrirse y a la que todavía no le ha llegado el género, he visto tres maniquíes sin nada de ropa… ¿Podría aplicarse el adjetivo “desnudo” a un maniquí sin incurrir en un error idiomático?

Mamá, ¿cómo nacen los maniquíes?

El caso es que la desnudez de las figuras me ha hecho mirarlas a unos ojos vacíos pero misteriosamente expresivos dentro de la serenidad y me he preguntado de dónde vienen los maniquíes. Vale, de acuerdo, de la fábrica. Aún no estoy tan sonado como defender la idea de que provengan de Marte, pero, ¿dónde y a qué precio se compran? ¿Cuánto me costaría poder dejar  mi camiseta favorita puesta en un maniquí? ¿De verdad una persona cuerda se hace estas preguntas?

Como para responder a la última pregunta tendría que pedir cita en el psicólogo, he decidido investigar sobre las otras dos. Y he dado con una página que, a la vez que me daba docenas de respuestas, me daba una sola: depende.

Modelos, formas, tamaños…

He entrado en Retif.es, una página dedicada al suministro y equipamiento de empresas y tiendas, y me he dado cuenta de que según sea el tamaño o lo más o menos completo del modelo, varía el coste, de modo que no hay un precio único. Pero, al mismo tiempo, he encontrado la explicación a por qué, cuando se cierra, por el motivo que sea, una tienda de ropa, se lo llevan todo salvo los maniquíes:

Por el precio que tienen, en muchos casos es más rentable dejarlos atrás que pagar por el espacio necesario para almacenarlos. Por ejemplo, un busto de hombre fluctúa de los diez a los doce euros en Retif, de modo que no tiene mucho sentido transportarlo ni almacenarlo, habida cuenta de que nos va a salir más caro que comprar uno nuevo.

Lo malo de todo esto es que me he metido a investigar en un mundo que no conozco y, claro, con cada descubrimiento surgen nuevas preguntas cuyas respuestas llevan a su vez a otros interrogantes, y así hasta que recupere la cordura.

Un mundo muy amplio

Las únicas preguntas a las que no me veo capaz de responder de forma exacta son las que se refiere a las figuras en sí: ¿cuántos modelos existen? ¿De qué materiales puede ser un maniquí? ¿Se fabrican soportes para absolutamente cualquier tipo de prenda y, por lo tanto, de cualquier parte del cuerpo? En fin, detalles que me llevaría (me va a llevar, más bien) una buena cantidad de tiempo investigar.

El caso es que, investigando, investigando y como eso de dejar de fumar reduce la capacidad de concentración, se me ha ido el pensamiento a que mi amigo Miguel abre una tienda de ropa masculina de aquí a un par de semanas. Lo he llamado y me ha dicho que no, que aún no ha comprado los maniquíes, de modo que le he dicho que lo deje de mi cuenta, que quiero hacerle un regalo a ver si le trae suerte.

Sin abandonar la página de Retif, he añadido tres bustos al carrito de la compra, los he encargado y ya sólo falta que nos lleguen. Dos de ellos son para Miguel. El tercero me lo quedaré yo, por aquello de vestirlo con mi camiseta favorita y que ésta luzca, por una vez, en un tórax estupendo.